Ven, Sígueme con Pepe Valle | Ha Resucitado | Juan 20–21

<p>&quot;Para muchos observadores, la muerte de Jesús de Nazaret pudo haber parecido un final irónico de una vida extraordinaria. ¿No era aquel el hombre que había levantado a Lázaro de entre los muertos? ¿No había resistido las amenazas de muerte de los fariseos una y otra vez? Había demostrado tener poder para sanar la ceguera, la lepra y la parálisis. Los vientos mismos y los mares le obedecían; sin embargo, allí estaba, colgado en la cruz, declarando: “Consumado es” (Juan <a href="https://www.youtube.com/watch?v=PZlc3zQdPoM&list=PL0u4yEGBxNWYPVwtp0FGoKLYb6d6LHfG4&index=24&t=1170s" rel="nofollow">19:30</a>). Debe haber habido algo de sorpresa en las palabras de mofa: “A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse” (Mateo <a href="https://www.youtube.com/watch?v=PZlc3zQdPoM&list=PL0u4yEGBxNWYPVwtp0FGoKLYb6d6LHfG4&index=24&t=1662s" rel="nofollow">27:42</a>). Pero nosotros sabemos que la muerte de Jesús no era el final de la historia. Sabemos que el silencio del sepulcro fue temporal y que la obra de salvación de Jesucristo solo estaba comenzando. A Él no se lo halla hoy en día “entre los muertos” sino entre los vivos (Lucas 24:5). Sus enseñanzas no serían silenciadas, puesto que Sus leales discípulos predicarían el Evangelio en “todas las naciones”, confiando en Su promesa de que Él estaría “con [ellos] todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo <a href="https://www.youtube.com/watch?v=PZlc3zQdPoM&list=PL0u4yEGBxNWYPVwtp0FGoKLYb6d6LHfG4&index=24&t=1699s" rel="nofollow">28:19</a>–20).&quot;</p>