¿Somos todos unos cotillas? Psicología del cotilleo

Psicología para ir tirando - Ein Podcast von Nacho Coller Porta

Sí, todos somos cotillas, sí, y tú también. ¿Acaso no has entrado en alguna página ajena para comprobar qué hace, qué ha puesto, cómo es su foto, si tiene pareja o no? Pues claro, como todo el mundo. Y más que un deseo, cotillear es una necesidad. Para Robin Dunbar, profesor de Antropología Evolutiva de la Universidad de Oxford, el cotilleo, es un equivalente al acicalado entre los primates: es decir, ellos se acicalan y nosotros charlamos. En ocasiones veo a grupos de hombres que parecen simios. De hecho, siempre llevo unos cacahuetes en el bolsillo para ganarme el afecto de algunos de ellos, y no falla. Y también veo a bastantes mujeres en la peluquería que se acicalan y charlan y charlan y charlan sin parar. Según este antropólogo, el 65% del tiempo de una conversación lo dedicamos a chismorrear sobre nuestros conocidos y aquí viene lo bueno, el cotilleo ayuda a mantener la cohesión del entramado social. En esto último coincide la Antropóloga Social Kate Fox, del Social Issues Research Council de Oxford. Esta antropóloga refiere que cotillear es una necesidad primitiva esencial para nuestro bienestar mental, social y físico, y solo el 5% de las valoraciones que hacemos son negativas. Richard Wiseman, autor del fantástico libro 59 segundos, y más que habitual en esta web, plantea los siguientes métodos para tener éxito social: Permitir que te hagan pequeños favores. Efecto Franklin. Equivocarse puede hacer que caigas más simpático. Efecto Falibilidad. Decir cosas positivas sobre los amigos y compañeros de trabajo. Cotillear. Sí, cotillear. Desde Ohio University, Skowronski, Carlston, Mae y Crawford (si fueran futbolistas recordarías sus nombres a la perfección), hicieron una investigación interesante sobre el lado negativo de difundir cotilleos tóxicos, y acuñaron un efecto conocido como “transferencia espontánea de rasgos“. Este efecto viene a decir que cuando cotilleas sobre alguien, el que te escucha asocia inconscientemente a tu persona las características que describes, te transfieren dichas características. Al cotilla tóxico (y aquí está la parte divertida), le vamos a transferir todo lo malo que dice sobre los demás. Espejito espejito. Una de las cosas importantes que promueven las redes sociales, en este caso Facebook se lleva la palma, es mantener el anonimato mientras observas la vida ajena, es decir, en esta red social se encuentran dos tipos que se necesitan mutuamente para vivir la vida con intensa alegría. El Exhibicionista y el Voyeur. El que saca placer al mostrar sus cartas y el que disfruta observando las manos de los demás. Son dos estupendos tahúres. Tal para cual. Unas cuantas sugerencias y un plátano de regalo. No te culpes por cotillear, es de lo más normal y además es esencial para nuestra vida. Sin el cotilleo, nuestra vida sería muy diferente. Está bien saber de la vida de los demás, pero es mejor que los otros sepan que nuestra vida es rica y que nos pasan cosas. Y no hace falta megáfono para ello. Intenta hacer hincapié en las cosas buenas que hacen los de tu alrededor. Hablar bien de los demás mola, y además suma. Elogiar públicamente y criticar en privado, es una excelente fórmula para sumar en tu entorno personal y laboral. Extiende la gratitud. Cuando vayas a los probadores, ten cuidado con el novio, marido o amigo, es un buen chico, pero su radar no descansa. Recuerda cerrar bien la cortinilla. O no. Si te quedas sin cacahuetes, prueba a llevar un plátano. Cuando te encuentres con hombres simiescos, te puede salvar de un apuro. Y no seas tan pureta o políticamente correcto: hablar, contar, describir, o criticar lo hacemos todos.¿Y qué es cotillear si no eso? Nota al lector. Los cotillas profesionales (esos que viven del cuento ajeno y que se ganan una pasta gansa a costa de las penurias ajenas), no tienen cabida en este podcast. Sus nombres, sus caras y sus venas hinchadas no son buenas para la salud mental.

Visit the podcast's native language site