El analista que llamó basura a Robert Maxwell

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A principios de los 90, Robert Maxwell era un todopoderoso magnate de la industria de los medios. Una figura intocable. Nadie se atrevía a criticarle. Salvo Derek Terrington, un analista, que emitió el informe con el que comenzó la caída del millonario. Y no solo fue una ofensa por su recomendación, que era "vender", sino por su título, muy simple, pero cruel: "No puedo recomendar una compra". En inglés, "Can't Recommend A Purchase". Inocente, salvo que te fijes solo en las iniciales: CRAP. Literalmente, basura, cagada, mierda. Podrido.La pequeña broma no le hizo ninguna gracia a Maxwell, que entró en colera, y exigió la cabeza del analista. Y se la concedieron. Así funcionaban las cosas en la City de Londres en aquellos tiempos. Así se las gastaba la maquinaria represiva del millonario británico. Y la recomendación quedó enterrada y sepultada."Lo desterraron. Su único crimen fue tener razón demasiado pronto". Así lo explicaba Édouard Tétreau, un autor imprescindible para entender cómo, a principios de los 90, se estaba gestando la burbuja de los medios de comunicación y las tecnológicas. "Nadie hablaba de ello, pero todos los brokers ingleses parecían haberse puesto de acuerdo: estaba prohibido contratar a Derek Terrington, ese tipo peligroso que escribe lo que le da la gana". Más allá del título, el informe, contundente, dejaba claro que Maxwell Communicatios era un globo tan inflado como vacío, que no tardaría en explotar. Las cuentas estaban llenas de incoherencias. Los balances no tenían sentido. Hablaba de un entramado complejo e intencionado, que tenía el objetivo de manipular el precio de las acciones.No hay que olvidar que esas acciones, esos títulos, eran la garantía de los grandes prestamos que los bancos le concedían al grupo Maxwell en su loca carrera por ganar tamaño. Incluyendo UBS, la institución para que la que trabajaba Terrington."En esa nota todo estaba escrito. No faltaba ninguna advertencia. Los inversores ya no podían hacerse los despistados", insistía Tétreau. El analista descubrió el pastel justo antes de que Maxwell Communications sacara a bolsa Mirror Group, la matriz del conocido periodico sensacionalista Daily Mirror. En noviembre de 1991 Maxwell fallece frente a la costa canaria, ahogado, en extrañísimas circunstancias. Estaba él solo de crucero en su yate, algo que nunca antes había hecho, y aún hoy no se sabe si se suicidó, si tuvo un accidente, si lo asesinaron o qué pasó. Recibió las condolencias de líderes mundiales como Gorbachov, Margaret Tatcher, George Bush... lo que deja claro su importancia y su poder.¿Qué hacía en Canarias? Con su grupo rodeado de escándalos, y entre acusaciones de fraude, malversación de fondos y desfalco, de relaciones raras con el Mossad... buscaba algo de calma y tranquilidad para encontrar soluciones. Y dinero.Porque Terrington tenía razón. La muerte del magnate solo hizo que acelerar el colapso de su imperio mediático.Antes, durante la década de los 80, había convencido a los bancos de que financiaran su expansión, y de que le ayudaran a convertir su pequeño y rentable negocio de impresión y publicación en un conglomerado global. Al estilo de Time Warner, o de la News Corporation de Rupert Murdoch. El apodado Capitan Bob, por su pasado militar, estaba muy bien relacionado políticamente. De origen checoslovaco, fue un hombre de ambiciones desmedidas, y usó sus periódicos para lograr todo lo que se proponía. O para dañar a los que se interponían en su camino. Le proporcionaban una gran influencia y capacidad para silenciar. Como señalaba el The New York Times en un artículo de 1991, ya rodeado de los escándalos, "siempre había operado sobre la base de que el resto de personas eran tontas".Maxwell tuvo que asistir a la espantada de su gente de confianza, porque ni ellos mismos se creían todo lo que veían. Era un...

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