Carta de Victoria Ocampo a María Elena Walsh (Lee Florencia Sartelli)

Epistolar - Ein Podcast von Antología de lo íntimo - Mittwochs

Victoria Ocampo le llevaba 40 años a María Elena Walsh. Y venían de orígenes sociales muy distintos. La Ocampo fue criada por institutrices, pasaba largas temporadas en París y venía de una familia de mucho dinero. María Elena era hija de un empleado del ferrocarril y vivía en una casa de clase media en Ramos Mejía. Pero, por suerte en esta historia hay un pero, se encontraron. Y se hicieron muy amigas. Fue una amistad basada principalmente en la admiración mutua. María Elena comenzó a colaborar en la revista “Sur”. Y Victoria la invitaba a sus reuniones, que solían convocar a personalidades célebres de la cultura de aquella época. Esta carta es una demostración de ese afecto y de esa amistad. Victoria acaba de leer el nuevo libro de María Elena. Y hace lo que haría cualquier amigo: sentirse feliz, celebrar su talento... Y gritarlo a los cuatro vientos. Lee la actriz Florencia Sartelli. ****** Querida María Elena: Qué descanso y qué frescor. Qué alegría de tierra seca al caer las primeras gotas de lluvia. Estoy hablando de tus poemas. Me gusta tu idioma, y tu sentir la esponja y el jabón y todo lo que queda allí adentro del temblor de la memoria. Me gusta que tu canto sea liso. Me cansan los volados. Y en tu libro (como en tus tiempos de otros tiempos, y en mis tiempos de muchísimos más otros tiempos) se viaja a todas partes. Y se viaja a todas partes porque las palabras que usás están siempre llenas de vida. Nos arrastran a otro lugar de nosotros mismos que sale, deslumbrante, del olvido. Cuánta fatalidad nos hace falta para comprender a los que se verdad son poetas. A los que nos hacen resbalar memoria abajo al resbalar ellos mismos. Esta tarde volví temprano a San Isidro, con lluvia. Pensé que la tarde iba a ser larga porque se haría demasiado presente el silencio de una casa demasiado grande. Me puse a leer tu libro y me sentí liberada. Quiero decir que retomé el viajar en libros, tan de mi infancia y de estos cuartos solitarios ahora. El caer en tu cantar era una compañía además de un viaje. Una restitución del poder creador de la niñez. Nos consuela que otro ser nombre a la belleza por su nombre listo y devastador en el momento en que nos hemos quedado mudos ante ella. Quería María Elena del jacarandá (las chicas me lo repiten), me da gran alegría tu talento Victoria.

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