1191 - Ezequiel 24. Parábola de la olla hirviente. Ez 24:6
Descansando en Dios - Ein Podcast von Francisco Atencio
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1191 – Ez 24:6 – Ezequiel 24. Parábola de la olla hirviente.Pues así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de la ciudad de sangres, de la olla herrumbrosa cuya herrumbre no ha sido quitada! Por sus piezas, por sus piezas sácala, sin echar suerte sobre ella.El profeta presenta el ejemplo de una olla en la cual se echa agua y después pedazos de carne. El agua hierve hasta que se consume la carne y se queman los huesos. La olla representa a Jerusalén y la carne a sus habitantes. La ebullición del agua señalaba el sitio que ya estaban experimentando los habitantes de Jerusalén. El mensaje de la parábola es que toda carne será destruida. Esta parábola es similar a Ezequiel 11 donde el pueblo pensaba que permaneciendo en la olla (Jerusalén) estaría seguro, pero aquí Ezequiel (Ez 24:1-14) profetizó que la olla sería el lugar de su destrucción. El profeta explicó la parábola por medio de dos declaraciones similares (Ez 24:6-8, 9-14), cada una empezando con las palabras: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de la ciudad de sangres! (Ez 24:6, 9). Jerusalén es acusada de provocar el derramamiento de sangre como en Ez 22:1-16. Este mensaje se dio a los cautivos en Babilonia el mismo día que los babilonios atacaron Jerusalén (Ez 24:2), comenzando con un sitio a la ciudad que duró dos años y medio (30 meses) resultando en la destrucción de Jerusalén con fuego. La ciudad de Jerusalén era como una olla donde el pecado estaba tan incrustado que no podría limpiarse. Dios quería limpiar las vidas de los habitantes de Jerusalén y quiere limpiar nuestras vidas hoy. Dios a veces trata de purificarnos mediante dificultades y circunstancias problemáticas. Seremos probados, pero saldremos purificados. “Mas Él (Dios) conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro.” (Job 23:10). D1. La olla del pecado (Ez 24:6-9). “Hijo de hombre, escribe la fecha de este día; el rey de Babilonia puso sitio a Jerusalén este mismo día. Y habla por parábola a la casa rebelde, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: Pon una olla, ponla, y echa también en ella agua; junta sus piezas de carne en ella; todas buenas piezas, pierna y espalda; llénala de huesos escogidos. Toma una oveja escogida, y también enciende los huesos debajo de ella; haz que hierva bien; cuece también sus huesos dentro de ella. Pues así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de la ciudad de sangres, de la olla herrumbrosa cuya herrumbre no ha sido quitada! Por sus piezas, por sus piezas sácala, sin echar suerte sobre ella.” (Ez 24:2-6). Jerusalén era como una olla herrumbrosa (enferma, sucia, llena de manchas de óxido de impurezas), cuya herrumbre (manchas) no ha sido quitada. Cuando el Señor enviara su fuego de juicio, las impurezas de Jerusalén saldrían a la superficie. Su corrupción no podría ocultarse. El alimento quedaría arruinado por el óxido, así que el contenido de la olla sería desechado. El pueblo de Jerusalén que se sentía a salvo del ataque de Babilonia sería llevado al exilio sin tomar en cuenta su posición en la sociedad (sin echar suerte sobre ella). Como Jerusalén había derramado la sangre de otros, Dios dijo: Yo pondré su sangre sobre la dura piedra, para que no sea cubierta. Jerusalén había derramado sangre inocente y no se había molestado en ocultar sus crímenes. En forma figurada, la sangre clamaba, pidiendo venganza (Gn 4:10; 9:5-6; Lv 17:13-14; Job 16:18).
