Radar Empresarial: Armani deja un imperio de 10.000 millones de dólares
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Giorgio Armani solía describirse con una serie de adjetivos que reflejan tanto su carácter personal como su enfoque profesional: detallista, exigente, firme, leal, constante, apasionado y decidido. Así definía su identidad, tanto como individuo como en su rol de creador. Con 91 años, el mundo se despide de una figura clave en la moda contemporánea. Armani se distinguió por un estilo elegante pero sobrio, en contraste con otras casas de alta costura europeas más extravagantes. Originario de Piacenza, Italia, construyó un emporio valorado en más de 10.000 millones de dólares, según Forbes. Como muchos visionarios, sus comienzos fueron humildes, pero su paso por la firma Nino Cerruti le permitió adquirir experiencia antes de fundar su propia marca junto a su socio Sergio Galeotti. El vínculo de Armani con el cine fue uno de los elementos que más definió su trayectoria. Muchas celebridades lucieron sus diseños en la gran pantalla, dándoles una visibilidad global. Su primer gran momento llegó con American Gigolo, película que también marcó el ascenso de Richard Gere. Esta cinta fue su carta de presentación en el mercado estadounidense, donde hasta entonces era prácticamente un desconocido. Aprovechando esa exposición, Armani tuvo la visión de vestir gratuitamente a actores para que exhibieran sus creaciones en alfombras rojas y premiaciones. Uno de los vínculos más recordados del diseñador fue con el cine de gánsteres. En Uno de los nuestros, sus trajes vistieron a Robert De Niro, Joe Pesci y Ray Liotta. También colaboró en Los Intocables de Eliot Ness con Kevin Costner y diseñó para Jessica Chastain en El año más violento. Aunque se le reconoce principalmente por su ropa masculina, su versatilidad abarcó mucho más. Más allá de la moda, Armani deja un legado económico notable. En 2024, la firma generó ingresos por 2.300 millones de dólares. Como único propietario, decidió que toda su fortuna pasará a sus herederos. Además, estipuló que la empresa no podrá cotizar en bolsa hasta cinco años después de su fallecimiento, garantizando así su estabilidad y visión a largo plazo.